MIAMI.- Estoy parada en el piso 52 de la torre Mercedes Benz, con una vista increíble hacia la ciudad de Miami.
Abajo (con vértigo lo digo) se distingue el espacio verde por el que llegué a esta torre, con árboles que ahora parecen brócolis y gente descansando en la plaza o paseando al perro.
“¿Te animas a saltar?” me pregunta el hombre que está a mi lado.
La baranda es vidriada hasta la altura de mis caderas, y a mí me sudan las manos.
Tomo coraje (mi cerebro me dice que nada va a pasarme), pero no puedo.
“No puedo”, le digo con vergüenza a mi guía que me condujo por todo el edificio.
“Es normal -me contesta- el 50% de la gente no se anima a saltar”..